
Bien, esto que ponemos aquí y que, sabemos, nos ganará la simpatía de nuestro -a esta altura- amigo personal, Andrés el Viejo, es un texto que nos vino a la memoria y que logramos encontrar luego de una polvorienta pesquisa: no está en internet, o no lo encontramos, al menos.
Se trata de un viejo texto que para nosotros trata de la coyuntura política y económica que atraviesa nuestro país, nuestra economía, nuestro gobierno. A lo ocurrido desde Mayo de 2003, al sentido de lo "crítico", y al sentido de los "impostergables cambios".
Allí va, y ya nos vamos preparando para los cascotazos.
La guerra ruso-japonesa de 1904 y la política económica argentina
¿Debe orientarse la acción del Partido exclusivamente hacia determinados problemas concretos de esta política económica, o dedicarse, por lo menos de tanto en tanto, a apreciar sus aspectos generales y la concordancia entre la economía, el interés y la atención partidarios, y dichos aspectos? Creo que en el momento actual nuestra nueva política económica todavía no ha sido suficientemente comprendida por amplios sectores del partido, y que sin una idea clara de lo equivocado de nuestra política económica anterior, no podremos cumplir con eficacia nuestra actividad, encaminada a crear las bases y a determinar el rumbo definitivo de la nueva politica económica.
Para dar mayor claridad a mis ideas y responder a la pregunta de en qué sentido se puede y se debe, en mi opinión, hablar de que nuestra política económica anterior era equivocada, me permitiré tomar como comparación un episodio de la guerra ruso-japonesa que , según creo, nos ayudará a comprender con más exactitud la correlación de los diferentes sistemas y métodos políticos que se emplean en una revolución como la nuestra. Me refiero a la toma de Port Arthur por el general japonés Nogi. Lo que me interesa del ejemplo, es que la toma de Port Arthur se operó en dos etapas totalmente diferentes. La primera consistió en furiosos ataques, todos fracasados y que costaron al famoso militar japonés un número extraordinario de víctimas. La segunda etapa comenzó cuando se pasó al sitio de la fortaleza; fue un asedio muy difícil, duro y prolongado, realizado de acuerdo con todas las reglas del arte militar; precisamente por este medio, al cabo de un tiempo se conquistó la fortaleza. Rememorando los hechos, se nos plantea, como es natural, la pregunta: ¿en qué sentido podemos calificar de erróneo el primer método de acción llevado a cabo por el general japonés contra la fortaleza de Port Arthur? ¿Los ataques por asalto a la fortaleza fueron una equivocación? ¿Y si lo fueron, desde qué punto de vista debía el ejército japonés analizar esa posición errónea para poder cumplir mejor con su misión; en qué medida debía tener conciencia de su error?
A primera vista la respuesta parece, desde luego, muy simple. Si los repetidos ataques directos a Port Arthur resultaron ineficaces –lo que es un hecho-, si las pérdidas sufridas por los atacantes fueron enormes –lo que también es un hecho indiscutible-, es evidente que lo equivocdado de la táctica de ataque directo contra Port Arthur no requiere de demostración alguna. Por otra parte, no es difícil advertir que, abocados a la solución de un problema en el que abundaban los elementos desconocidos, no resultaba fácil, sin haber realizado la experiencia práctica, determinar con precisión absoluta, o por lo menos aproximada, qué método se debía emplear contra la fortaleza enemiga. Era imposible determinarlo antes de haber comprobado en la práctica la capacidad de resistencia de la fortaleza: solidez de las fortificaciones, estado de la guarnición, etc. De otra manera, ni uno de los mejores jefes militares, categoría a la que pertenecía Nogi, podía decidir cuál era el método adecuado para apoderarse de la fortaleza. Por otra parte, para finalizar con éxito la guerra se requería buscar la solución más rápida; al mismo tiempo era muy posible que incluso las grandes pérdidas, necesarias para tomar la fortaleza por asalto, fueran compensadas luego con creces. El ejército japonés quedaría libre para operar en otros frentes; uno de los objetivos más importantes sería conquistado antes de que el enemigo, es decir, el ejército ruso, tuviera tiempo de trasladar al lejano teatro de la guerra grandes fuerzas, prepararlas bien y llegar quizá a una situación en que se vería más fuerte que el ejército japonés.
Si analizamos el desarrollo de la operación en conjunto y las condiciones en que operaba el ejército japonés, debemos llegar a la conclusión de que los asaltos contra Port Arthur significaron, no sólo el heroísmo de un ejército capaz de aceptar los mayores sacrificios, sino también lo único que en aquellas circunstancias –es decir, al comienzo de las operacioines- resultaba útil y necesario; pues sin probar las fuerzas en la tarea concreta de tomar la fortaleza por asalto, sin comprobar su capacidad de resistencia, no existían motivos para emprender una lucha más prolongada y penosa, que por su duración encerraba una serie de peligros de otro género. Desde el punto de vista de la operación en su conjunto, no podemos menos que considerar su primera parte, compuesta de ataques y asaltos, como necesaria y útil, porque, repito, sin esa experiencia, el ejército japonés no hubiera tenido suficiente conocimiento de las condiciones concretas de lucha ¿Cuál era la situación del ejército cuando finalizaba el período de lucha por asalto de la fortaleza enemiga? Miles y miles de combatientes habían caído, y caerían otros miles, pero el fuerte no podía ser tomado de ese modo. A eta altura de los acontecimientos, una parte del ejército, o su mayoría, comenzó a comprender que era necesario renunciar al asalto y pasar a sitiar la fortaleza. Si se había cometido un error táctico era preciso terminar con él y considerar que todo lo relacionado con dicha equivocación era un estorbo para la etapa siguiente; era necesario terminar con los asaltos y comenzar el asedio, distribuyendo las tropas y los materiales de manera diferente, por no hablar de los métodos y las acciones. Era preciso reconocer de modo categórico, con precisión y claridad, que la etapa anterior había sido una equivocación, para evitar obstáculos en el desarrollo de la nueva táctica y estrategia, en el curso de las nuevas operaciones que debían realizarse en forma por completo distinta y que finalizaron, como es sabido, con un éxito total, aunque demandaron mucho más tiempo del previsto.
Vladimir, el pelado
Octubre de 1921
VII Conferencia del Partido de
Obras Completas, t.XXXIII, Cartago, Bs. As., 1960
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Kiten Maresuke, conde Nogi (Yamaguchi, 1849 - Tokio, 1912): Militar japonés. Nació en el seno de una familia samurai; él mismo realizó una rápida carrera distinguiéndose como soldado. Sirvió como capitán en el ejército del bando imperial durante la denominada guerra civil del Sudoeste en 1877. Realizó una campaña notable en la conquista japonesa del puerto ruso de Port Arthur, así como en la batalla de Kinchowen, en la guerra chino-japonesa de 1894-1895, al mando de una brigada y en la guerra ruso-japonesa de diez años más tarde, entre 1904 y 1905.
Ya ascendido al grado de teniente general y al título nobiliario de barón, encabezó el asalto que concluyó con la segunda conquista japonesa de Port Arthur, el 1 de enero de 1905, esta vez frente a los rusos. Además, en esta campaña también se destacó por la gran labor efectuada en la batalla de Mukkeden, en la que participaron unos seiscientos mil soldados y en la que estuvo al mando de uno de los cuerpos de ejército japoneses. Considerado un héroe nacional, a la muerte del emperador al que había servido, Mutsuhito, Nogi llevó a cabo el tradicional seppuku, muestra extrema de fidelidad del código samurai.
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